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A pesar de mi odio hacia el Hércules C.F. por mi naturaleza alcoyana y mi corazón culé (ese maldito equipo sólo sube a primera para fastidiar al Barça) incrementado aún más por la repugna que me incitan su presidente el energúmeno -no se le puede llamar señor- Enrique Ortiz y demás tipejos y tipejas que manejan el cotarro enmarronado y aromatizado de Brugal de la capi de provincia, la verdad es que le tengo bastante cariño a esa «bonita» ciudad (vale, no es una maravilla, se han encargado de destrozarla y el casino de luces de colores asusta y mucho, pero hay que saber verla con buenos ojos). Sobre todo, porque en ella he encontrado grandes amigos de verano que han conseguido traspasar esa frontera de ser sólo «de verano» para ser simplemente «amigos», sin temporalización. Lo cual es mucho mejor. Por eso y por la playa, mi playa (las valencianas no les llegan ni a la altura del betún, eso es así).

Y hoy, tumbada en la Malvarrosa me ha entrado la morriña alicantina y, pensando que se acercan Hogueras, me he planteado escaparme unos días -aunque la perraca no esté-, sobre todo cuando he recordado que no voy desde Semana Santa. Y ya toca. Os dejo con unas fotos tomadas en una excursión que hice con mis papis cual guiris al castillo de Santa Bárbara y al encantador barrio de Santa Cruz (son con la cámara mala, así que se hace lo que se puede).

PD: esta repentina muestra de amor por Alicante no impide que me alegre de que el Hércules haya bajado a segunda, de que el Elche esté a un paso de subir a primera (que sí, que no tengo nada que ver con Elche pero mi amigo Jorge me lo pegó, y compartimos repulsa hacia los ortizeños) y de que el Alcoyano roce la segunda con los dedos (¡DE-POR-TI-VO!).