No, no me refiero al best-seller. Me refiero al señor Carles Puyol ayer en Mónaco. Sí, ya sé que se ha hablado mucho desde ayer por la tarde. Pero no puedo evitarlo. Y además, han sido varias las personas que me han preguntado mi opinión. ¿Consientes eso? No, evidentemente no. Por mucho que fuera «por el escudo del Barça en el corazón».

Para los más perdidos diré que ayer por la tarde fue el sorteo de grupos de la liga de Campeones (¡qué mala suerte tuvo el Villarreal!, suerte relativa para Barça -qué frío- y Madrid -¿otra vez el Lyon?- y encanto para el Valencia por el cruce con Mata a la primera de cambio). En ese acto, lleno de presidentes y eminencias futboleras, los asistentes suelen ir elegantes. Algunos no aciertan con el traje y la corbata, como suele pasar, pero al menos lo intentan. Vi guapo hasta a Messi. Xavi iba guapérrimo. Y me da rabia reconocer que sigue cayéndome la baba al ver al traidor de Figo así de formal.

Pero entonces llegó el señor Puyol a romper todos los moldes y se subió al escenario con la cuarta orejuda, vestido con el atuendo veraniego del equipo culé: polo amarillo chillón del club, pantalones cortos a cuadros y zapatillas de deporte blancas. Ya que estaba, podría haber cambiado las deportivas por unas chanclas con calcetines y remataba el golpe de efecto. Seguro que el intento de Amparo Moya de hacer Trending Topic en Twitter el hashtag #puyoldominguero habría surtido más efecto ;). Hasta sus más allegados se metieron con él (Piqué ironizó rápidamente por Twitter sobre su atuendo, por ejemplo).

Que sí, que él es como es. Que no le gusta ir en traje y todo lo que quiera. Pero hay ocasiones en que los cánones mandan. Y estas cosas forman parte de su trabajo. Aunque sea agosto en una ciudad del Mediterráneo. Y si con lo que más cómodo se sentía era «con el escudo del Barça en el corazón», haberse puesto el clásico pin en la solapa del traje, que también vale.