Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que pasé por aquí, aunque prometí que no volvería a ocurrir. Y han pasado bastantes cosas aunque pocas interesantes: seguimos con el reportaje sobre moda, he adquirido nuevas prendas de ropa, me he traído a Valencia mi colección de sombreros, gorritos y bufandas de cara a esperar que venga el frío, he aprendido sobre fútbol más de lo que me hubiera gustado, me he vuelto a emocionar con Gossip Girl y la ropa de Serena… pero nada relevante como para sacar algo de tiempo para escribir aquí. Hasta hoy. Alguien -pero no alguien cualquiera, sólo podía ser él- me ha venido con el nuevo disco de Bryan Adams… y yo me he venido corriendo a escucharlo. A él y a su guitarra. A mis sentimientos. A mis pelos de punta. A mis ganas de escuchar cosas bonitas. Y sinceras. A mis ganas escondidas de llorar de emoción. A mis ansias de imaginar que alguien me canta al oído. A capella, no haría falta guitarra. A mi ilusión de creer que We’re in heaven… aunque posiblemente nos quede mucho por llegar. I de que alguien -el otro alguien, Él- me recite un Please forgive me que le salga de corazón. O cualquier cosa parecida. Pero parece que es demasiado pedir. Siempre es demasiado pedir. Y mientras, me conformo con seguir escuchando a Bryan y a su genial Bare Bones. Os lo recomiendo.
Creo que por mi salud mental voy a abstenerme unos días de escuchar música moñas, porque estoy ya en un estado preocupante.. jajaja si es que lo dicho, Brian Adams y el cine romántico hollywoodiense deberían estar prohibidos! no nos hacen ningún bien! jajaja