Ayer, escuchando y leyendo sobre lo nuevo de Amaral en El País, mi cabeza se llenó de sentimiento «eco» y de remordimiento a la vez. De ganas de cambiar el mundo desde la comodidad de una vida llena de envases de plástico contaminantes y no reutilizables como los del café frío que me tomo cada día a estas horas para procurar mantenerme despierta.

Entonces, me acordé de la noticia que hicimos hace poco sobre el Retorna Tour y la necesidad de cambiar el sistema de reciclaje actual, de la cada vez más firme voluntad de no tener nunca coche porque sale mejor y es mucho más limpio ir siempre en transporte público (bicicleta si es en ciudad, por supuesto) y de otras mil propuestas que también podría -y debería- llevar a cabo pero que muchas veces no hago, por pereza o, sobre todo, porque ni siquiera me lo planteo desde mi posición actual en la que la comodidad parece ser mi mejor aliada. Evidentemente, no se trata de renunciar a todo y de volver, de repente, a lo más básico. Pero sí que es verdad que no nos vendría nada mal acercarnos más «hacia lo salvaje» para contribuir a mejorar este mundo que sobreexplotamos sin demasiada conciencia. Porque los melocotones saben mejor si no vienen empaquetados sobre una bandeja de plástico y envueltos en papel de film. Y por muchas otras cosas.

En la moda, ya son varias las iniciativas eco que abogan por utilizar tejidos naturales. Además, aportan mucha frescura y «buenrollismo» a un sector que parecía haber descubierto la panacea con tanto plástico regenerado. Tiziana Domínguez creó Green Me para Adolfo Domínguez. Y H&M creó toda una Conscious Collection que fue todo un éxito. Esperemos que esta próxima temporada no sólo se mantengan sino que crezcan este tipo de iniciativas. Porque, como dicen en mi zona, «tota pedreta fa marge» (algo así como el eslógan del agua de «cada gota cuenta»).

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