Esa es mi sensación: que ya nadie se para a leer blogs. Ni yo misma, que antes dedicaba mucho tiempo a leer mis blogs favoritos, me veo capaz hoy en día de pararme a leer con detenimiento. Pero ni blogs, ni libros, ni nada. Muchas veces ni siquiera leemos el texto que acompaña a una foto de Instagram.
Suena triste, pero nos hemos dejado llevar por la vorágine de las imágenes, los stories y los titulares rápidos de Facebook y parece que cualquier cosa que tarde más de un minuto en leerse sea una pérdida de tiempo. ¿Quién no ha compartido un artículo sin haber pinchado en el enlace? Ya no digo leerlo entero… De hecho, soy consciente de que escribo esta reflexión y cuando la comparta en redes habrá gente que le de «a me gusta» sin siquiera leerla. Pero es lo que hay. Aunque da rabia, eso sí. Da rabia porque parece que la lectura ya no tenga sentido cuando tal vez lo tenga más que nunca.
Tal vez por eso hoy he decidido intentar dedicar algo de tiempo a volver a escribir por aquí y por allá y, sobre todo, a volver a leer. A devorar algún libro del tirón, sin pararme en cada capítulo a mirar qué se cuece en las redes sociales. A leer los periódicos, y no solo sus titulares. A leer a La Chica de los Jueves y a Tejetintas, que tan bien escriben. A leer los guiones de mi serie favorita y a releer con tranquilidad mis diálogos favoritos. Incluso a entrar alguna vez al baño sin el móvil y leer cómo se aplica mi nuevo champú, que también es bueno saberlo. A leer más sobre feminismo, y no solo a Barbijaputa -aunque siempre le seré fiel-. Y, por supuesto, a leerme mis revistas favoritas de principio a fin (eso, la verdad, nunca he dejado de hacerlo).
Mi vida ha sufrido algunos cambios recientemente y parece que ahora dispongo de más tiempo para cumplir estos propósitos… Así que solo espero que nos leamos pronto.